martes, 30 de abril de 2013

DOMINGO EN LA CARRETERA. (Antigua N-III). (Quinta y última parte). Puerto de Buñol-Chiva.





Publicado originalmente el 14 de junio de 2012 en el blog EN LA CARRETERA.


El colofón de aquel fructífero domingo en la carretera (20 de mayo de 2012), siguiendo paso a paso las huellas más orientales de la antigua N-III me llevó a recorrer los dos últimos tramos emblemáticos que se conservan en territorio valenciano: el Puerto de Buñol y la travesía de Chiva.

El Puerto, o Portillo de Buñol, como es también llamado por las gentes autóctonas, es la segunda dificultad montañosa importante de esta ruta (la otra es el Puerto de Contreras), que desde hace siglos obstaculizó notablemente las comunicaciones entre las dos ciudades. En tiempos fue más conocido como el Puerto o el Paso de las Cabrillas, y los ingenieros de caminos de las distintas épocas aplicaron sus conocimientos técnicos con verdadero empeño para salvar este obstáculo montañoso de gran envergadura y poder abrir la ruta natural de Madrid a Valencia, que hasta entonces se realizaba preferentemente por el camino más largo y suave, esto es, por Almansa y Albacete, un considerable rodeo de bastantes kilómetros, o leguas, en la medida oficial aplicada en el pasado. La dificultad orográfica de este territorio ha sido tal, incluso en tiempos presentes, como para que la antigua N-III siguiera transitando por el Puerto de Buñol hasta hace pocos años, cuando se inauguró el conocido viaducto, otra obra maestra de envergadura de la ingeniería moderna.

Podemos considerar que el Puerto de Buñol propiamente dicho comienza en Venta Quemada, y desde allí inicié su recorrido, pero me consta que aún quedan tramos transitables anteriores que serán objeto de una próxima visita. Y precisamente en la gasolinera de Venta Quemada, término de Siete Aguas, en donde paré a repostar, encontré dos elementos curiosos, entrañables e interesantes del pasado de esta carretera.




En tiempos este mojón debió de pertenecer al kilómetro 299 ó 300. Ha sido impecablemente restaurado y pintado con sus colores originales, si bien se han eliminado todos sus caracteres alusivos a la carretera. Probablemente no era este su emplazamiento original, sino que ha sido trasladado para su utilización como elemento ornamental en la gasolinera. Para tal fin habría resultado más idóneo preservar también sus caracteres originales, pero hemos de conformarnos con lo que hay.


Otra rareza muy destacable es este viejo surtidor de la marca Bennett ya fuera de servicio y utilizado también como pieza decorativa de la gasolinera. En estos tiempos de tecnología digital resultan anacrónicos sus clásicos contadores mecánicos y no digamos ya el precio del combustible indicado en la parte inferior: 4´91 ptas. por litro, es decir, unos 3 céntimos de euro actuales. La tentación de calcular cuánto ha subido la gasolina desde el pasado remoto de este surtidor es inevitable, y lo acabo de hacer: para el caso de la sin plomo de 95 octanos actual sería 46´33 veces más cara que entonces. Estremece sólo el pensarlo.




Como estremece, pero por motivos mucho más entrañables y gratos, o quizá no tanto, volver a rodar por el viejo Puerto de Buñol. En su día, cuando la clásica N-III lo atravesaba sin alternativa posible, ya era un tramo tan hermoso como demencial y peligroso en cuyas rampas, pendientes y curvas cerradas se dejaron la vida muchas personas al volante. Desesperación de camioneros, agotamiento de automovilistas y tedio de viajeros de toda condición en tránsito hacia Valencia o Madrid, es seguro que a nadie dejó nunca indiferente. Y aunque con los años se fueron habilitando carriles para vehículos lentos en algunas zonas, lo habitual cuando se circulaba por este puerto era hacerlo en lenta caravana y con escasas posibilidades de efectuar un adelantamiento, con lo cual el trayecto se hacía interminable. Pero ahora, en la soledad y el silencio de la antigua nacional casi abandonada y sin apenas tránsito, las cosas son muy diferentes, y es posible observar sobre la marcha los viejos mojones que todavía sobreviven o la primitiva línea del ferrocarril Madrid-Valencia que discurre paralela a la carretera durante varios kilómetros.



El viejo puente de piedra del ferrocarril y el moderno puente de la autovía que atraviesan lo que fue la N-III de camino a Buñol. Era con diferencia uno de los tramos más peligrosos en la ruta de Madrid a Valencia.







Otro clásico de la carretera, el restaurante Venta L´home, en lo que fue una casa de postas del siglo XVII, cuando se tardaba una semana o más en recorrer en carruajes o caballerías la distancia entre las dos ciudades. A los efectos del relevo de las caballerías y del descanso y manutención de los viajeros, cada cierto número de leguas se establecía la posta, y estas instalaciones constituían hitos fundamentales del camino que determinaban obligatoriamente las etapas del viaje. Se conservan documentos en los que consta con detalle la ubicación de estas postas en lo que en tiempos se conoció como el camino real de Madrid a Valencia por el Puerto de las Cabrillas, y se especifica con precisión el momento del día (mediodía o noche) en que los viajeros llegarían a cada una de ellas. Por ejemplo, las pernoctaciones estaban previstas en Arganda, Tarancón, Villar de Cañas, Olmedilla de Alarcón, Minglanilla, Utiel, Venta de Buñol (el lugar del que estamos hablando), y Quart de Poblet, en total ocho jornadas de viaje, al menos. Y se hacía mediodía en Villarejo de Salvanés, Saelices, La Almarcha, Motilla del Palancar, Venta de Contreras, Siete Aguas, Venta del Poyo y Mislata. No es necesario tener mucha imaginación para comprender lo largos y terriblemente penosos que debían de resultar aquellos viajes.





El punto kilométrico 300 y el comienzo del descenso pronunciado hacia Buñol. El gigantesco puente del viaducto nos acompaña a mano derecha durante un trecho. Y en el 303 nos aguarda una interesante sorpresa:











Se ha conservado el mojón y la denominación de la carretera. La ermita erigida en honor a San Cristóbal, patrón de los automovilistas, está fechada en 1994, pero yo creo recordar vagamente, aunque puedo estar equivocado, una ermita anterior ubicada en el mismo punto con la fecha de 1965 en su fachada.







La pasarela de la fábrica de cemento y los restos abandonados de un breve tramo como consecuencia de una antigua rectificación del trazado de la curva. Las emisiones de humo y polvo de las chimeneas de la fábrica cubrieron durante años de un manto blanco y espeso los mojones kilométricos, las señales de tráfico y el propio asfalto. Era una zona verdaderamente insalubre y peligrosa, sobre todo cuando llovía, pues se formaba un resbaladizo barrillo en la calzada y los neumáticos deslizaban con facilidad a la entrada y salida de las curvas.







La fábrica de cemento y el puente del viaducto sobre la antigua N-III. Ya no hay polvo ni barro, pero el firme se encuentra bastante deteriorado desde hace años, y no parece que merezca la pena reasfaltarlo, pues el tránsito es prácticamente inexistente. Unos pocos kilómetros más adelante este tramo muere en una vía de servicio y posteriormente en la autovía, que nos conducirá enseguida hasta el último vestigio de la carretera general: la travesía de Chiva.









El sabor añejo de la primitiva carretera sigue presente en los alrededores de Chiva. Mojones, carteles y señales antiguas nos devuelven al pasado de la clásica N-III.










El hito kilométrico del 321 semienterrado junto a una rotonda en la travesía de Chiva. Ayer y hoy de esta carretera. Los frondosos pinares aledaños eran y siguen siendo un elemento invariable del paisaje que ha sobrevivido a la N-III. ¡Qué tiempos, qué recuerdos!






El último tramo transitable da servicio ahora a un pequeño polígono industrial, pero se indica como carretera cortada. La antigua señalización no ha sido retirada, todo lo más han sido borradas o disimuladas toscamente sus indicaciones. El abandono y la desolación se palpan por todas partes.












Esos clásicos carteles, que entre otras cosas indican antiguas comarcales cuyo recorrido y numeración ha variado, deberían ser desmontados y preservados como un recuerdo de la historia de nuestras carreteras en general y de la N-III en particular. Naturalmente no parece que eso vaya a suceder, y un día desaparecerán para siempre. Me queda al menos el consuelo de haber podido dejar testimonio gráfico de su existencia.

4 comentarios:

  1. Subido a la ermita nueva, miras dirección Valencia y la ermita antigua la ves en el pico del monte que hay a la derecha de la siguiente curva :)

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    1. Efectivamente, la he visto con posterioridad, y está en ruinas. ;-)

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  2. Y tan clásicos

    La denominación de la C-3322 actual CV-50 que por aquél entonces era trazado Tavernes - Chiva.

    Recuerdo una noticia donde se decía que se quitaban los arboles de alrededor de la carretera por que causaban accidentes,
    Cosa que aún hoy en día no logro entender, si no que mas bien en casos determinados lo que consiguen es reducir la caída posible de algún vehículo.

    Hoy en día pones Tavernes con B tal y como se observa en el carte y posiblemente sales en las esquelas, a la gente de ese pueblo no le gusta nada.

    Este reportaje vale su peso en oro


    Enhorabuena

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    1. Gracias. Los árboles en las cunetas de las carreteras españolas empezaron a desaparecer en los años 60 porque eran muy peligrosos y mucha gente se estrellaba contra ellos. Con respecto a lo de Tavernes, en valenciano creo que es con V, si no estoy equivocado, y lo extraño es que no hayan cambiado esta nomenclatura.

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