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viernes, 28 de febrero de 2014

PRIMER SUBTRAMO ABANDONADO EN EL PRIMITIVO PUERTO DE CONTRERAS.



A buen seguro que el vocablo subtramo no es el más adecuado ni ortodoxo para denominar este vestigio de la antigua N-III en el inicio del primitivo Puerto de Contreras, desde Minglanilla hasta el límite con la provincia de Valencia, pero la citada denominación no es nuestra, sino de reputados ingenieros de caminos y profesores universitarios que han estudiado en profundidad esta carretera desde una perspectiva casi arqueológica, e incluso han escrito algún libro muy interesante resumiendo todas sus conclusiones con el loable propósito de proponer su rehabilitación como carretera histórico-turística para preservar de este modo el interesante patrimonio viario que aún se conserva en ella, si bien en un estado cada vez más preocupante de ruina, abandono y olvido.

En cualquier caso, carentes de la intención de extendernos en estas consideraciones, lo cierto es que este tramo (o subtramo) que parte del segundo trazado de la N-III (el primero es la carretera decimonónica y el tercero la autovía A-3) a pocos kilómetros de Minglanilla, está efectivamente cortado abruptamente en el talud resultante de la construcción de la propia autovía, y tiene continuidad al otro lado de ella en el segundo subtramo, mucho más corto, que desemboca en el tramo principal y continuo del trazado decimonónico del Puerto de Contreras que lleva sin interrupción hasta la Presa, el poblado obrero, la fábrica de cemento en ruinas y la localidad de Villargordo del Cabriel, todo ello ya en la provincia de Valencia.

El primer subtramo, que es el que va a merecer brevemente nuestra atención en esta entrada, tiene una longitud aproximada de 1.500 metros y su estado de conservación es muy deficiente, no en vano lleva fuera de servicio desde finales de 1969, cuando se inauguró el segundo trazado de la N-III, que dejó igualmente en desuso el segundo subtramo y parcialmente el resto del trazado del Puerto de Contreras construido por el ingeniero Lucio del Valle en 1850.



Bien podríamos decir que en la actualidad este primer subtramo se asemejaría más a una pista forestal que a un vestigio histórico de una antigua carretera radial de primer orden, de no ser porque conserva todavía algunos de los elementos originales de ésta, como pueden ser los postes de contención de hormigón (y en muchos de ellos con su malla metálica reglamentaria según la normativa del Plan Peña de 1939), o los pretiles de piedra característicos del siglo XIX, que no fueron modificados en absoluto durante el XX. Por lo demás, el asfalto se encuentra considerablemente degradado e invadido por la vegetación, hasta el punto de que en bastantes puntos del trazado la calzada ha visto reducida su anchura por lo menos a la mitad de la que tuvo cuando estaba abierta al tráfico, hace 44 años.

Pero estamos hablando de memoria, de cuando la recorrimos en 2011 como parte de los trabajos para el documental, de modo que casi tres años más tarde es probable que la degradación de este subtramo sea aún mayor de la que nosotros conocimos. Nos aventuramos por aquí en moto en las primeras horas de una calurosa tarde de Septiembre invadidos por la estimulante emoción de adentrarnos en un territorio absolutamente indómito y salvaje por el que hacía mucho tiempo que no transitaba nadie en un vehículo, aunque sabíamos que era una falsa ilusión, porque el personal de Google Maps había cartografiado fotográficamente el lugar con anterioridad y, de hecho, nosotros habíamos estudiado esas imágenes con deliberada atención antes de decidirnos a recorrer el tramo con las suficientes garantías. No queríamos sorpresas desagradables, ni una mala experiencia, y mucho menos exponernos a una caída con las motos.

Sin embargo, había una cosa que habían visto los de Google Maps y nosotros no, y viceversa, algo que vimos nosotros y no ellos, llevándonos nosotros la peor parte de la experiencia, o al menos el susto, aunque afortunadamente sin consecuencias. En el recorrido fotografiado por Google Maps, al principio del tramo se veían neumáticos abandonados en una cuneta, que ya no estaban cuando pasamos nosotros. Y casi al final del tramo nos encontramos, en cambio, con una pequeña explotación de apicultura al aire libre, con las cajas de las colmenas dispuestas en la calzada, algo que no reflejaba la cartografía de Google Maps, y que, de haberlo hecho, nos habría disuadido, tal vez, de adentrarnos en la zona. 






Bien es cierto que un cartel advertía de la presencia de estos peligrosos insectos, pero lo hacía apenas diez metros antes de llegar a las colmenas, cuando ya era del todo imposible esquivarlas. Casualmente, y pese a lo caluroso de la jornada, íbamos perfectamente pertrechados con nuestra ropa motorista para épocas más frías del año, esto es, chaquetones de Gore-Tex, pantalones de cuero, guantes, pañuelos de cuello, botas y cascos integrales. Sin casi tiempo para reaccionar, nos cerramos herméticamente las viseras de los cascos, aún sabiendo por experiencia que esto no garantizaba una estanqueidad absoluta de nuestros cuerpos, ya que alguna vez que otra se nos ha introducido un insecto por una manga, el cuello o una pernera de los pantalones, y las picaduras generalmente han sido muy dolorosas.

Sin embargo, en esta ocasión logramos salir indemnes de tan delicada situación. Varias abejas se estrellaron contra las viseras de los cascos, los carenados de las motos e incluso contra el objetivo de la cámara de video, que iba grabando en ese momento, y los pequeños impactos negros quedaron reflejados en la grabación. Y como este primer subtramo no tiene salida, al morir junto al talud de la autovía, como hemos dicho, pues tuvimos que enfrentarnos de nuevo a las abejas en sentido inverso al cabo de un rato, pero sin el factor sorpresa que nos había atemorizado a la ida.

El video resultante de esta incursión en territorio histórico de la antigua N-III, tan inhóspito y abandonado, no ha visto la luz todavía, pues lo reservamos para el documental y no queremos que pierda su condición de inédito, y lo mismo podemos decir de otros tantos videos de esta carretera que no hemos divulgado todavía, o si lo hemos hecho ha sido sólo de manera parcial y a modo de avance ilustrativo de nuestros trabajos.

Pero en cambio, sí que nos estamos dedicando de cuando en cuando a un ligero pasatiempo que consiste en conducir virtualmente un autobús, mediante un simulador de conducción, a través de todos estos tramos históricos de la N-III, abandonados o no. Y hemos elegido un autobús, cuando podríamos haber elegido un automóvil, para resaltar mejor las desproporciones existentes entre unas carreteras de dos carriles (uno por sentido), demasiado estrechas y llenas de curvas con radios muy incómodos, con el considerable tamaño de los autobuses que se veían obligados a circular por ellas en el pasado, un tamaño no excesivamente diferente al de los autobuses contemporáneos. Hemos de reconocer que nuestra pericia al volante de estos vehículos virtuales deja bastante que desear, y más comprometida que sería la situación si los condujesemos realmente, algo ya imposible por la mayoría de los tramos históricos de la primitiva N-III, pero como ejercicio ilustrativo de las dificultades y peligros que ofrecía esta carretera y todas las demás de la antigua red nacional al transporte pesado de mercancías y viajeros, nos parece un ejercicio divertido, curioso e interesante para ser plasmado en sencillos videos de aficionado sin grandes alardes de edición.

Este es el tercero de ellos, y enlazamos al final los dos anteriores, ya reseñados en el blog.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

TRAMO ADOQUINADO ENTRE EL PRIMITIVO PUENTE DE ARGANDA Y LA A-3

El pasado 8 de Agosto de 2013 volvimos a recorrer el tramo adoquinado de la primitiva N-III que se conserva entre el puente de Arganda y la autovía A-3, que se mantuvo en servicio hasta el año 1963, cuando se construyó un nuevo puente sobre el río Jarama para dar servicio a la carretera Madrid-Valencia, ya desdoblada y mejorada, así como la propia circunvalación de Arganda, ejecutada ese mismo año. En este caso volvimos a visitar el tramo para mostrárselo a un amigo y colaborador que no lo conocía, y de este modo lo recorrimos en su coche, grabando un sencillo video con el teléfono móvil a la vuelta de nuestra visita al puente. También hicimos algunas fotografías con primeros planos del adoquinado del tramo, y varias de estas imágenes aparecen en el video. Lo cierto es que este es un paraje agradable, pintoresco e histórico que nos nos cansamos de visitar y grabar en video, aunque lo hayamos hecho ya tantas veces con vistas al próximo documental sobre la carretera N-III. Y apenas un mes después, volvimos a visitarlo y recorrerlo como parte del itinerario de la I Ruta N-III Histórica que realizamos en moto el día 3 de Septiembre. VER REPORTAJE EN EL BLOG.

Como probablemente ya hemos comentado en ocasiones anteriores, este tramo tiene unos 500 metros de longitud entre el antiguo puente de Arganda sobre el Jarama (pero enclavado, en realidad, en el término de Rivas-Vaciamadrid), y la vía de servicio de la autovía A-3. Su estado de conservación es bastante deficiente, y alterna capas de asfalto con tierra y adoquines originales probablemente de la época del Circuito Nacional de Firmes especiales, o tal vez anteriores. Por supuesto carece de cunetas o arcenes (quizás nunca los tuvo), y la copiosa vegetación, que no ha sido desbrozada en los últimos cincuenta años, cuando el tramo dejó de prestar servicio, invade la carretera de manera ostensible, reduciendo notablemente su anchura, que en algunos casos no es superior a los tres metros. El trazado desemboca en una curva a derechas (en sentido Valencia), e inmediatamente llegamos al puente de Arganda, cerrado al tráfico con unas barreras de hormigón que permiten el paso sólo a vehículos de dos ruedas, como motos y bicicletas, siendo su calzada de riego asfáltico ligero y en buen estado de conservación, al igual que el resto de la estructura metálica del puente, cuyo extremo oriental viene a morir también a la vía de servicio o a un ramal de circunvalación de la A-3, igualmente cerrado con barreras de hormigón.

En cuanto al río Jarama que discurre bajo el puente, resulta curioso observar el abundante caudal de agua que lleva incluso en una época severa de estiaje como principios de Agosto, habiéndolo visitado en dicho mes al menos en dos ocasiones de diferentes años, pudiendo constatar en todas ellas esta circunstancia, para nuestra sorpresa.









Ver también: 

RECORRIDO VIRTUAL EN AUTOBÚS POR EL ANTIGUO PUENTE DE ARGANDA. (Simulador de conducción).

sábado, 15 de junio de 2013

TRAMO ABANDONADO CON TORO DE OSBORNE

(Publicado originalmente en el blog EN LA CARRETERA, en Septiembre de 2012)


     De su primer trazado decimonónico a las rectificaciones de mejora del Circuito Nacional de Firmes Especiales (CNFE), años 20 y 30 del siglo XX, pasando por los planes REDIA de los años 60 y las adecuaciones de los 70 y 80 antes de quedar definitivamente esta ruta convertida en autovía, la carretera de Madrid a Valencia (antaño carretera de primer orden de Madrid a Castellón y posteriormente carretera general o nacional radial N-III) ha ido sufriendo constantes y puntuales alteraciones mayores o menores de recorrido de las que todavía es posible encontrar interesantes restos abandonados. 
 Algunos son accesibles, otros no lo son tanto, y unos pocos resultan verdaderamente complicados por no decir casi imposibles de alcanzar y de recorrer. En todos ellos la fuerza de la naturaleza se va imponiendo en la misma medida que el hombre se va desentendiendo de la existencia de estos residuos artificiales de su actividad. La vegetación va conquistando y dominando cada palmo de asfalto largo tiempo abandonado, y desaparecen los arcenes bajo los arbustos, árboles y matorrales que echan sus raíces en él, la tierra invade los márgenes y el pavimento se va cuarteando y deshaciendo como consecuencia de los fenómenos atmosféricos hasta llegar a desaparecer casi por completo en apenas un par de décadas. Pero también los animales se enseñorean sin ninguna oposición de estos territorios yermos y dormidos que antes fueron patrimonio humano exclusivo, y ese contraste entre la naturaleza espontánea y viva y la obsolescencia y degradación de las carreteras desechadas es precisamente lo que las hace tan dignas de interés y de curiosidad, cuando no de fascinación, una fascinación que para muchas personas suscitan asimismo otro tipo de ruinas y abandonos más o menos contemporáneos, como fábricas, casas, almacenes, cuarteles, hospitales, instalaciones ferroviarias y un largo etcétera. 
Sin embargo, las carreteras abandonadas, o los tramos resultantes de las mismas, por sus propias características morfológicas, su extensión, su ausencia de grandes elementos accesorios y su integración en el paisaje, impresionan y sorprenden al espectador de diferente manera a como lo hacen otras de las ruinas mencionadas. Quizá lo que más puede llegar a sobrecoger de ellas es el silencio, la quietud, la soledad, la nada absoluta que albergan (excepción hecha de la naturaleza dominante), justamente la antítesis de lo que representa una carretera en uso, por la que siempre están transitando vehículos y en la que raramente impera otra cosa que no sea el ruido, la actividad y el movimiento, y esto por lo menos en las carreteras principales.

 
Una de nuestras prioridades a la hora de acometer la tarea de realizar un detallado documental sobre la antigua N-III ha sido siempre la de visitar y dejar constancia gráfica (videos y fotografías) de todos esos fragmentos de la carretera que han ido quedando abandonados con el transcurso del tiempo como inevitables cicatrices de una obra gigantesca e inacabada, pero siempre en constante evolución y progreso. Porque además, el componente autobiográfico de estas sensaciones e impresiones personales es innegable, ya que recordamos haber transitado en el pasado por muchos de esos tramos ya en ruinas, lo cual nos devuelve a nosotros mismos una certera noción de nuestra propia decadencia y de la finitud de nuestras vidas. Las carreteras tampoco son eternas, pero se ha calculado que desaparecerán absorbidas y degradadas por la impetuosa naturaleza apenas dos siglos después de que lo haya hecho el último hombre sobre la faz de la tierra. No ha lugar a filosofar sobre este asunto, desde luego. Sería petulante por mi parte el pensar que puede dar para tanto. Simplemente se trata de emociones y de sensaciones experimentadas sólo a flor de piel, y por lo tanto muy elementales y escasamente trascendentes, por más que un repentino exceso de entusiasmo nos pueda llevar a creer lo contrario.
El tramo abandonado de la antigua N-III del que se ocupa este brevísimo video reúne todos y cada uno de los elementos propios a las carreteras en desuso ya mencionados, y uno más, de gran valor cultural, etnográfico, histórico, sociológico y todo cuanto se nos pueda ocurrir al respecto, que nunca nos quedaremos cortos: un genuino toro de Osborne, especie protegida en un país en el que hace bastantes años quedó proscrita la publicidad de las carreteras. Divisar su imponente silueta negra en el inmediato horizonte, entre matorrales, rocas y escombreras, mientras avanzamos despacio sobre el pavimento ruinoso (incluso durante varios metros desaparece un carril completo, convertido en una zanja o trinchera), es algo que alcanza una dimensión estética verdaderamente evocadora.