martes, 29 de diciembre de 2015

LA VARIANTE DE LA N-III EN REQUENA (1953)


Vista aérea de Requena, hacia 1942
(Fotografía Archivo Ayuntamiento de Requena)



El concepto decimonónico de las carreteras españolas establecía su trazado a través de todos los núcleos de población existentes en su itinerario. Esto, en un primer momento, respondía a la necesidad ineludible de ofrecer cobertura logística al servicio de viajeros, mercancías y correo, prestado con vehículos de tracción animal (diligencias y carruajes de todo tipo), que establecían sus paradas, avituallamientos y pernoctaciones en ruta en las denominadas postas, o casas de postas, ubicadas en su mayoría en el interior de las poblaciones. En las postas establecidas en cada caso se realizaba el relevo de las caballerías, el descanso y manutención de los viajeros y la entrega y recogida de mercancías y correspondencia. Esta es precisamente la procedencia del término postal referido al servicio de correos. Posteriormente, con el desarrollo del ferrocarril en España, fueron desapareciendo diligencias y carruajes, y las carreteras perdieron parte de su protagonismo y la primacía sobre el transporte terrestre que habían ostentado hasta el momento. Sin embargo, las estaciones ferroviarias se establecían también en los núcleos de población y era necesario que las carreteras siguieran atravesando los cascos urbanos para llegar hasta ellas.

Con la llegada del siglo XX y la aparición de los primeros vehículos automóviles el concepto decimonónico de las carreteras tampoco se vio sustancialmente alterado, y su trazado seguía atravesando todos los núcleos de población. Las primitivas casas de postas, caballerizas y paradas de diligencias empezaron a ser reemplazadas muy paulatinamente por hoteles, fondas, restaurantes, talleres mecánicos, garajes, gasolineras, paradas de taxis y estaciones de autobuses. Sin embargo, el diseño de estas todavía modernas carreteras construidas apenas medio siglo antes  y concebidas para la circulación de vehículos de tracción animal no podía  satisfacer unos mínimos requerimientos de seguridad y eficiencia que ya empezaba a demandar la circulación de vehículos a motor, a pesar de que el desarrollo de la automoción en España fue mucho más tardío que en otras naciones industrializadas de Europa y en Estados Unidos.
 




Como es bien sabido, las primeras actuaciones realizadas sobre las carreteras españolas para adecuarlas a la circulación de vehículos de tracción mecánica no tuvieron lugar hasta bien mediada la década de los veinte del pasado siglo, a través del Patronato Nacional de Firmes Especiales (CNFE). Posteriormente, recién finalizada la guerra civil, sería la denominada como Instrucción del Plan Peña de 1939 la que acometería la necesaria reconstrucción y mejora de la red viaria destruida durante la contienda. Sin embargo, más allá de las adecuaciones técnicas como la pavimentación de los firmes o el establecimiento de una señalización acorde a los tiempos, ni el CNFE ni el Plan Peña se ocuparon de la supresión y desdoblamiento de las travesías urbanas, que permanecieron prácticamente inalteradas durante un siglo. En ese tiempo el volumen de tráfico rodado nunca fue lo bastante importante como para que se hiciera ineludible la supresión de las travesías, a pesar de que en ellas se venían produciendo un elevado número de accidentes mortales, sobre todo atropellos de peatones.



Pero a partir de la década de los 50, con la llegada masiva de los primeros turistas, y sobre todo en la década de los 60, con el despegue económico español (también conocido como desarrollismo), que llenó las carreteras de automóviles utilitarios, las travesías urbanas de origen decimonónico empezaron a evidenciar su obsolescencia. Algunas de ellas se convertirían en verdaderos cuellos de botella y llegarían a ser vergonzosamente célebres en determinadas épocas de éxodo vacacional, como el verano o la semana santa, formándose atascos y retenciones kilométricas de las que se haría eco escandalizado toda la prensa nacional.





Si nos centramos en la N-III, Madrid-Valencia, o en su origen carretera radial de primer orden de Madrid a Castellón por Valencia hasta la guerra civil, que es la carretera objeto de este blog, veremos que precisamente las primeras supresiones de travesías urbanas con sus correspondientes variantes, circunvalaciones o desdoblamientos no llegarían hasta la década de los 50, la mayoría de ellas se ejecutarían en los años 60, 70 e incluso 80, y otras, una vez finalizado el trazado completo de la autovía A-3, ni siquiera llegarían a realizarse al quedar la carretera nacional original y sus travesías urbanas abandonadas a su suerte y destinadas ya solamente al tránsito local.

Probablemente una de las más tempranas supresiones de travesías urbanas de la N-III, en al año 1953, fue la de Requena (Valencia). Como se aprecia en la segunda captura comparativa de mapas del IGN que mostramos a continuación, edición de 1951 (la primera corresponde a la edición de 1938), ya aparece rotulada esta futura variante entre los kms. 281 y 283 con la leyenda desviación.




Curiosamente, en la captura de 1938 todavía aparece rotulado como almacén el edificio de Obras Públicas, construido en tiempos del CNFE, que sin embargo ya no figura en la edición de 1951. Dicho edificio, que ha sido recientemente restaurado con dudoso gusto y es de temer que con muy escasa fidelidad al original, sirvió en su origen como almacén de maquinaria y materiales de obras públicas para la conservación y mantenimiento de la carretera. En las dos siguientes capturas de Google Maps podemos apreciar el edificio antes y después de su restauración.





 
Nos satisfaga más o menos estéticamente, en todo caso podemos congratularnos de que no haya sido demolido, pues se trata de un edificio histórico y patrimonial de la carretera de Madrid a Valencia, y probablemente el único de estas características. Como se aprecia también en estas imágenes y en las dos siguientes (fotogramas de video propios), se ha preservado el firme de adoquines en casi toda la travesía, suponemos que original, de los tiempos del CNFE.









La Plaza de Toros de Requena, inaugurada en el año 1901, junto a la carretera de Madrid a Valencia. En el primer fotograma, justo antes de llegar a la Plaza, el firme original de adoquines ha sido reemplazado por el asfalto. Sin embargo, como se aprecia en el segundo fotograma, pocos metros después se recupera la calzada de adoquines hasta el final de la travesía por las calles de la localidad. En la tercera imagen, correspondiente al Archivo Fotográfico Fundación Teléfonica, tomada a principios de los años 20 del pasado siglo (antes de la intervención del CNFE), el firme era todavía de tierra. 



En las dos imágenes superiores podemos apreciar la variación del trazado de la carretera, con el original y la variante de 1953 realizada al sur de la población.

Y por último, reproducimos textualmente la noticia de la inauguración publicada en el diario ABC en la edición del 12 de agosto de 1953:

La carretera general de Madrid a Valencia ha sido desviada al llegar a Requena. Hasta ahora era preciso atravesar numerosas calles estrechas para salir del pueblo, lo que daba ocasión a numerosos percances y obligaba a los automovilistas a ir muy despacio. La desviación ha sido trazada por el sur de la ciudad y perpendicularmente cruza la avenida, así como la calle del General Varela, mediante una gran plaza en la que se erigirá el Monumento Nacional a la Vendimia. En esta plaza se reúnen tres carreteras que comunican a Requena con Madrid, Valencia y Albacete.

sábado, 21 de noviembre de 2015

FRANCO EN ALARCÓN Y CONTRERAS. Año 1957. Filmoteca Española.



El Régimen (franquista) a veces tenía mala conciencia, o al menos aparentaba que la tenía y se daba golpes de pecho y se entregaba a ceremoniosos actos de penitencia y contrición. Siendo muy benévolos podríamos llegar incluso a imaginar estos supuestos remordimientos en un Gobierno autoritario, despótico y carente de cualquier empatía y compasión hacia sus ciudadanos (en realidad súbditos), completamente cautivos y sometidos a la dictadura militar. Pero verdaderamente no había nada de mala conciencia, ni propósitos de penitencia, contrición o enmienda, sino sólo propaganda. Propaganda y censura, porque cuando sucesos y acontecimientos concretos y adversos desaconsejaban la propaganda, entonces se recurría a la censura. Catástrofes, accidentes, sabotajes y otro tipo de inconveniencias perjudiciales para el Régimen eran sistemáticamente silenciadas y ocultadas, es decir, censuradas.

Cuando la tristemente célebre riada de Valencia en octubre de 1957, que causó una terrible devastación como consecuencia del desbordamiento del río Turia, el Régimen se hizo el sueco y eludió cualquier responsabilidad en la catástrofe, pese a que había sido advertido con anterioridad por las autoridades locales de la posibilidad de un suceso semejante (que llevaba siglos produciéndose, por otra parte) si no se acometían las pertinentes reformas urbanísticas e hidrológicas en el entorno de la capital levantina. No se acometieron hasta el siguiente decenio (y tal vez porque el Régimen empezó a ser consciente del profundo descrédito que le habría supuesto una nueva catástrofe fluvial en Valencia), con el desvío del primitivo cauce del Turia y la construcción de un nuevo cauce mucho más ancho, como es bien sabido.

El NO-DO, uno de los principales medios de propaganda del Régimen, no se hizo eco en absoluto de esta reforma, como tampoco hizo previa mención a la riada de 1957 (aunque sí, curiosamente, a otra riada en Valencia en el año 1949, mucho menos catastrófica). Búsquedas como Riada en Valencia 1957, Turia 1957, Nuevo cauce del Turia, etc., no producen ningún resultado en la página oficial del NO-DO.  La censura funcionó a la perfección, como era acostumbrado. Sin embargo, cuando las aguas parecieron más calmadas en este tema -y nunca mejor dicho-, el propio NO-DO se entregó ya abiertamente a la propaganda con un extenso reportaje de casi 17 minutos titulado Franco y Valencia (1957-1962).

  
El reportaje comienza con una visita de Franco a los embalses de Alarcón y Contreras, el primero recién finalizado con la consecuente desviación del primitivo trazado de la carretera Madrid-Valencia, y el segundo de ellos todavía en construcción. Este es el fragmento del reportaje, de escasos dos minutos de duración, que he editado para esta entrada del blog, puesto que su temática es la que se ciñe estrictamente a la orientación del mismo y las imágenes que ofrece de la carretera y su entorno en aquella época resultan muy interesantes, en particular en Contreras, cuya presa se encontraba aún en una fase inicial de las obras, ya auxiliadas logísticamente por la fábrica de cemento, como puede apreciarse en la película

Los restantes quince minutos del reportaje que, huelga decirlo, se desarrollan como mera propaganda autocomplacida del Régimen para mayor gloria y ensalzamiento adulador de su líder absoluto, fueron grabados en junio de 1962 en unas calles de Valencia abarrotadas de enfervorecidas multitudes patrióticas que aplauden y jalean a su alcalde y al jefe del Estado, ambos paseados en coche descubierto por la ciudad. Se suceden, asimismo, las inauguraciones, los homenajes, los reconocimientos, los desfiles y todos los demás elementos acostumbrados de la coreografía propagandística del franquismo, magistralmente reflejados en el reportaje del NO-DO, pues ése, y no otro, era su principal cometido. Más de medio siglo después, nada hay que reprocharle. Antes al contrario, nos ha dejado un legado audiovisual de la época absolutamente impagable, en este caso de las calles y las gentes de la ciudad de Valencia, y aunque estos aspectos exceden y desbordan con creces los propósitos del blog, me parecería poco elegante omitir el enlace al reportaje del NO-DO íntegro: